martes, 28 de febrero de 2017

Cervantes vuelve a descansar en paz

Hace veinte años por estas fechas el Ayuntamiento de Alcalá de Henares hacía esfuerzos voluntariosos por convencer a las autoridades regionales y nacionales de que debían apoyar con dinero y actividades culturales la conmemoración el 450 aniversario del nacimiento de Miguel de Cervantes. En aquel sombrío invierno de 1997, aquella petición algo forzada, pues el cumpleaños era más ovalado que redondo, resultaba más desesperada que ingenua. La ciudad acababa de librarse de la epidemia de legionela más mortífera de la historia de nuestro país, con una docena de muertos, cerca de 200 afectados y un tercio de la ciudad literalmente en cuarentena; y el foco de la corrupción también nos había puesto en el mapa con el conocido como 'caso Ferrer', una trama de cobro de comisiones ilegales que enredaba al mismísimo alcalde, Florencio Campos.


Ante aquel desolador panorama, trufado por un cortejo interminable de desgracias cotidianas, en forma de accidentes mortales, homicidios, cierre de empresas y problemas vecinales en los barrios, aquel 'Año Cervantes' y un proyecto impulsado por la Universidad y que sonaba tan disparatado como pedirle a la Unesco el título de Patrimonio de la Humanidad para el Alcalá universitario, se perfilaban como verdaderas tablas de salvación. O sea, la historia y el arte como las nobles herramientas para darle un nombre a Alcalá en España y en el mundo y, de paso, una vía alternativa de prosperidad para los alcalaínos. Y por ahí, Cervantes, el viejo Cervantes, tenía que ser la llave que abriera puertas y ventanas, y el embajador inmejorable para lanzarse al orbe, aprovechando la potencia mediática que ejercen las efemérides.

Desde entonces, ese anhelo se ha convertido en una prioridad, al menos de boquilla y en papel, de los munícipes y próceres locales. Pero aquella primera intentona apenas pasó de una ilusión, a ojos de hoy, muy entrañable. El Gobierno regional, con Gallardón y el consejero Villapalos a la cabeza, se limitaron a prometer sin cumplir; y el Ministerio de Educación Cultura, con la ínclita Esperanza Aguirre al frente, qué ironía, ni se molestó en hacer caso. La celebración dejó, no obstante, dos herencias muy provechosas: por un lado, la celebración a lo grande del 9 de octubre, una fecha festiva que ya no pasa desapercibida en el almanaque complutense, aunque algo aplastada ya por Mercado Cervantino que todo el mundo llama Mercado Medieval; y por otro, la concurrida Biblioteca Municipal Cardenal Cisneros, la angulosa mole que acoge también la hemeroteca y el archivo municipales y cuyo estreno fue vinculado oportunamente a la conmemoración, aunque estaba proyectada de antes.

Se dijo entonces que en 2005, el año en que se celebrarían los cuatrocientos años de la publicación del Quijote, otro gallo cantaría. Y en efecto, así fue. Aunque más que canto, sonó a graznido estruendoso.

El Corral de Alcalá, construido en 1601, se reabrió restaurado en la primavera de 2005,
en el marco del 'Año Quijote' (foto extraída de www.corraldealcala.es)
La celebración, esta vez sí, tuvo alcance nacional pero el Ministerio de Cultura volvió a darle la espalda a Alcalá, favoreciendo a otros enclaves, especialmente en La Mancha. Todo lo contrario que el Gobierno regional, entonces comandado por Esperanza Aguirre, mira por donde. Pero la programación de exposiciones, espectáculos variados, publicaciones y demás jarana resultó tan desproporcionada, que más bien produjo empacho y cierta sensación de estar asistiendo a una impostura. Porque era difícil tragarse que se estaba divulgando la obra y el espíritu cervantino lo mismo en un concierto de Carlinhos Brown, en una concentración de autocaravanas en un páramo de Espartales o en un concurso de migas; que en el divertido montaje del Quijote que Boadella estrenó con Els Joglars en el Teatro Salón Cevantes; en las magníficas exposiciones que José Manuel Lucía comisarió en la Capilla del Oidor (aún no convertida en el lúgubre centro de interpretación ‘Los Universos de Cervantes’), o en la reapertura al fin, y con cartelera de espectáculos propia, del Corral de Comedias, de construcción contemporánea a la de los delirios de Alonso Quijano.

La recuperación de la hermosa bombonera de la plaza de Cervantes fue, casi con toda seguridad, lo único que a la larga mereció la pena de aquel ‘Año Quijote’ que, también ya entonces se anunciaba, disfrutaría de nuevas cimas en 2015 y 2016, en que se conmemorarían la segunda parte del Quijote y la muerte del escritor, respectivamente.

Nadie podía imaginar hace una década que estos nuevos ‘años cervantinos’ coincidirían con cambios en el gobierno de la ciudad y con una interinidad prolongada en el poder ejecutivo del Estado, así como con una devastadora crisis económica. Pero a pesar de estas coyunturas se hizo un esfuerzo, más aparente que real, visto lo que ha venido, y se diseñaron programas de actividades que, en el caso de Alcalá, podían tener mecenazgo privado merced a ventajas fiscales permitidas por la Hacienda pública, siguiendo el modelo del exitoso ‘Año Greco’ de Toledo.

La agenda de eventos y proyectos presentada hace algo más de un año por el Ayuntamiento, sin embargo, no llegó a desarrollarse en su totalidad, siendo imposible saber su plasmación exacta, y en consecuencia el alcance de la tomadura de pelo, porque es muy difícil encontrarla a día de hoy. Aunque al menos en teoría la celebración no acaba hasta el próximo 23 de abril, según ha manifestado el alcalde en repetidas ocasiones, de modo que todavía existe la posibilidad de encontrar algo distinto a lo que han sido todas las celebraciones cervantinas de Alcalá en estos veinte años: efímeras, de consumo casi exclusivamente local y entreveradas con más de un disparate.

Estatua dedicada a Astrana Marín (foto de José Carlos Canalda, -www.jccanalda.es)
En ese último terreno, y para el anecdotario, ya es casi una tradición en los ‘años cervantes’ alcalaínos señalar la conmemoración con aberraciones en la estatuaria pública. En el 97 fue el bloque dedicado al cervantista Astrana Marín, conocido popularmente como ‘lubina a la sal’, oculto sabiamente desde hace algunos años, en un parterre de la calle Colegios; en 2005 fue el poste con aire metálico de Quijote plantado en la rotonda de San Isidro en plan Ultimátum a la Tierra; y en 2016 ese ancla abandonada como el despojo de un naufragio en la avenida de Meco, evocando la batalla de Lepanto, que resulta tan propia al lugar, según un buen amigo, como la moto de agua varada en mitad de una plaza de aluvión en la película Barrio de León de Aranoa.

Pero ya está cerca el momento en que todo habrá pasado y por delante vendrán muchos años de descanso sin efemérides cervantinas. Ya no hará faltan más alardes fatuos ni más mentiras, ni tampoco más derroches del presupuesto, para vender el símbolo de Cervantes con la justificación de la legítima redención de su patria chica por la vía de la educación y la cultura. Nada hay más ajeno a estas dos materias que los fuegos artificiales; al igual que lo son el trabajo callado y tenaz, el consenso y las inversiones a largo plazo a los políticos de todos los colores. Y además tampoco existe una movilización vecinal clamando por más libros, por teatro, por buenas conferencias, por el mejor cine... Así que, aquí paz y después…

En 2047 se cumplirá el medio milenio del nacimiento de Miguel de Cervantes. Con que exista para entonces una comuna de hombres y mujeres-libro al estilo Farenheit 451 al otro lado del río ya nos podremos dar con un canto en los dientes.