miércoles, 14 de diciembre de 2016

Del corazón de Alcalá a la mansión de Ciudadano Kane

Hasta la reputada casa de subastas Christie's ha llegado una pintura de uno de los grandes maestros de nuestro Barroco, Francisco de Zurbarán, que durante siglos iluminó el alcalaíno Convento de Agustinas de Santa María Magdalena. Santo Tomás de Villanueva dando limosna es el título del cuadro, que ha salido a la venta al precio de 340.000 euros. De las tretas y añagazas que mediaron para que esta obra de arte abandonara en la posguerra el convento de la complutente calle Gallo y haya acabado casi 70 años después a las salas de subastas londinenses, da todos los detalles el Cronista Oficial de Alcalá, Vicente Sánchez Moltó, en la última entrada de su blog.


La pintura subastada en Londres, realizada por Zurbarán en torno a 1660 y que decoró el Convento de las Agustinas hasta la posguerra. Santo Tomás de Villanueva fue uno de los primeros alumnos de la universidad fundada por Cisneros y el primero en ser beatificado. Hoy da nombre al primer patio de la Cisneriana y a una parroquia en el barrio de Espartales.

Se trata del penúltimo episodio del lastimoso saqueo que viene padeciendo Alcalá desde la Desamortización, y al que se unió la destrucción de la Guerra Civil. Uno y otra han dado lugar a una pérdida que, según calculan los historiadores locales, se cifra en más de la mitad del patrimonio arquitectónico y cerca de las tres cuartas partes de las obras de arte.

En esta última categoría se incluye este Santo Tomás de Zurbarán, como parte del sistemático expolio sufrido por los antiguos colegios, iglesias y conventos de la ciudad, contenedores de la 'Edad de Oro' alcalaína; un asunto proceloso cuyas ramificaciones y responsabilidades aún están por aclarar en todos sus extremos.

Existen casos elocuentes y brutales, como el muy conocido (y muy grosero) del conde de Quinto, que se llevó a sus fincas desde cuadros a las campanas de una iglesia de un valor incalculable, o la venta indiscriminada de los tesoros cisnerianos, hasta el punto de que han aparecido piezas en el Rastro de Madrid, como el mismísimo bastón del cardenal Cisneros.

Charles Foster Kane, calentándose junto a la fastuosa chimenea de su mansión, y rodeado a su vez de algunas esculturas de su inmensa colección de arte.

Más cuesta seguirle el rastro a la alambicada captación de obras de arte y antigüedades que a finales del siglo XIX y principios del XX realizaron personajes que ejercían de marchantes, anticuarios y mecenas, en mezcla más que oscura. En ese ambiente se movió, entre otros, el influyente marqués de la Vega-Inclán que fue testigo de la búsqueda, venta y traslado de importantes piezas del patrimonio español a propiedades de potentados norteamericanos, como el magnate de la prensa William Randolph Hearst, alter ego del Charles Foster Kane protagonista central del clásico del cine Ciudadano Kane de Orson Welles, que en la película reunía en su fastuosa mansión de Xanadú tesoros de todo el mundo.

El marqués tuvo relación con Alcalá, como impulsor de la red de Paradores y en particular de la Hostería del Estudiante en 1929, y conoció a fondo su patrimonio, lo que explica en buena medida que, entre la abundancia de grandes piezas del arte español que en las décadas siguientes desembarcaron en las mejores colecciones privadas y museos americanos, figuren algunas obras alcalaínas. Como La imposición de la casulla a San Ildefonso, cuadro de Juan de Borgoña de 1512, que durante siglos decoró la capilla de San Ildefonso y que ahora luce en el remoto Meadows Museum de Dallas.

Esta pintura de Juan de Borgoña decoró durante siglos la Capilla de San Ildefonso. Un magnate del petróleo se hizo con ella a mediados de siglo pasado y hoy se puede admirar en un museo de Dallas.

Claro que podría haber sido bastante peor. Y del mismo modo que Hearst compró y mandó desmontar piedra a piedra los espacios más suntuosos de los monasterio de Sacramenia, de Segovia, y de Óvila, en Guadalajara, para volver a reconstruirlos y lucirlos al sol de California y Florida, respectivamente; también hoy podría sufrir las humedades de Nueva Inglaterra, el viento de las praderas de Texas o la tétrica soledad de Xanadú la fachada plateresca de nuestra Cisneriana.